Desde el 2007, año en que ingresé al Seminario de los Jueves, deseaba viajar a Grecia, esperaba el momento en que Tomas Abraham, nos invitara a navegar en el tiempo y el espacio. Había dos porqués: allí nació la filosofía de occidente y yo soy un navegante, un Homo Aviator. No tuve que esperar mucho: en el año 2010 el seminario anunció el “Platonazo”.
La editorial Eudeba publicó, los trabajos del Seminario de los Jueves, en un libro titulado:
Platon en el Callejon.
Como dije, no es solo un viaje en el tiempo, sino también en el espacio. Estoy con otro tripulante, Marcelo Pompei, y estamos en el Gorgias, en el siglo IV aC y en la casa de Calicles, un hombre de muchos recursos, preocupado por la polis, un hombre al que le fastidian los sofistas y los filósofos que de viejos siguen gastando su tiempo en naderías, no soporta que la aristocracia -la gente poderosa o importante como él- sea molestada por la mayoría -que imponen las leyes-. Calicles hospeda a uno de los más famosos personajes de la época, Gorgias de Leontinos, maestro de retórica. Se trata de aquel que dijo:
Nada existe
Si algo existiera, sería incognoscible.
Y si existiera y fuera cognoscible, sería incomunicable a los otros.
Gorgiasel maestro de retórica, dice “incomunicable a los otros”. Es notable el limite que marca, a lo que el define como las mas importantes de las artes.
Está ahí Polo, discípulo de Gorgias que aparece también en Fedro (267c), diálogo en el que Sócrates dice haber leído un libro de Polo. También se encuentra Querefonte, amigo y admirador de Sócrates que lo acompañaba con frecuencia y que pertenecía a los demócratas exiliados en el gobierno de los 30 tiranos que instauraron el terror en Atenas Fue quien preguntó al oráculo si había alguien más sabio que Sócrates (Apol., 21 a), personaje que también se menciona en Las Nubes.(Obra de teatro de Aristófanes, donde se ridiculiza a Sócrates y sus seguidores). Al diálogo finalmente se suma, como siempre tarde, nuestro “superhéroe” Sócrates, aquel que solo “sabía que no sabia nada”, pero de quien me atrevo a decir que bien sabía: “Que toda pregunta lleva en sí misma la respuesta”.
Se abre el diálogo, sobre el que comenzó ya a exponer mi coequiper. El presentó el contexto y la primera parte del diálogo: Gorgias y Sócrates. Ahora tomo yo el mando de esta navegación a partir de la aparición de Polo. Pero antes me gustaría introducir algunas ideas preliminares sobre Gorgias.
Disgresiones Gorgianas:
Cuando comencé a leer Gorgias fue muy curioso descubrir la relación entre este diálogo y la aviación, es decir, ninguna: menos mal así puedo intentar la filosofía.
Como dijo Marcelo, Gorgias era un peso pesado y quiero presentarlo con uno de sus textos más conocidos, el Elogio a Helena, en el que Gorgias pone a prueba su arte atreviéndose a defender a Helena, aquella por la que murieron aqueos y troyanos, Helena, la odiada por toda Grecia. Esta osadía retórica nos da la dimensión de este personaje. En tal sentido su Elogio a Helena constituye un manual de Retórica pues la elección intencional de su tema supone el desafío de defender lo imposible. Sale airoso de este reto y solo voy a citar el final, un pasaje que disfruto mucho cada vez que lo leo:
era natural que suceda, o por los Dioses, el destino (la violencia del rapto) o por seducción de la palabra (persuasión), finalmente Helena fue víctima del amor: que es un dios o una enfermedad humana o un error de la mente…He borrado la infamia de una mujer. Destruí la injusticia de un reproche y la ignorancia de una opinión; he querido escribir este discurso como elogio a Helena, como producto de mi fantasía.
Sobre la retórica me gustaría destacar su importancia en la Grecia antigua. Sabemos que en un juicio el mismo acusado debía defenderse y convencer a los jueces de su inocencia. Los combates en el ágora eran orales y un deporte nacional, por ello el “saber decir”, hablar, persuadir era vital para el ciudadano ateniense. En la comedia Las nubes, Estrepsíades el protagonista, tiene que pedir un deseo a los dioses. Él quiere ser el mejor y para ello pide retórica:
¡Oh dioses! Lo que os pido es lo menos que puede pedirse; haced tan solo que sea el más elocuente de los Griegos. Las nubes Pag 58. Edit Losada 2004
¿Con qué fin pide esto? Tan solo para ganar todos los pleitos y escapar de las manos de sus acreedores. Otra comedia, Las Aves, del mismo autor, trata de dos atenienses cansados de vivir en una ciudad de tantos juicios, pleitos, delaciones, lista de candidatos al ostracismo, etc., de los que solo se sale inmune con la palabra. En la polis griega, la retórica tenía una función política y no de verdad. La palabra es todo lo que contaban los griegos para relacionarse en la vida pública. Esa palabra no necesita ciencia, ni verdad, solo creencia y multitud.
Polo y Sócrates:
Esta parte del dialogo comienza con un Polo enojado que defiende a Gorgias. Sostiene que Gorgias, por vergüenza o por ser educado, le concedió a Sócrates que el orador “no conoce lo justo, lo bello y lo bueno” y continua diciendo:
¿Quién será capaz de negar que Gorgias, conoce la justicia y que puede enseñarla a los demás? (Pag. 45 461 c)
En el contexto del diálogo, esto significa, en definitiva, un “Dejate de embromar, Sócrates, no seas platónico: yo sé tanto como Gorgias así que vamos conmigo.”
Según Sócrates, la retórica es una práctica y no es un arte ni un oficio, porque el oficio prescinde de la comunidad mientras que la retórica la necesita. Más adelante dice que es una parte de algo que no tiene nada de bello. Polo le pregunta de qué “algo” y Sócrates responde que “es un simulacro de una parte de la política” (Pag. 48 463 d). Todos conocemos el estatus de simulacro en el universo platónico. Simulacro es parte de una verdad, pero no es la verdad, es una falsa apariencia, lo que no se ocupa del bien, algo que capta la insensatez por medio de lo más agradable, produce engaño y, en este texto, Sócrates nos va decir en muchas palabras que la herramienta para captar la insensatez y producir engaño es la retórica tan preocupada por los demás y por decirles lo que quieren escuchar. Por eso afirma:
Los oradores y los tiranos no hacen lo que quieren (gobierno de sí), tienen muy poco poder, solo hacen lo que les parece mejor. Pag 52 466 d
Comienza así la discusión sobre “qué es tener poder”. Sócrates nos dice que tener poder es solo hacer el bien y que la Retórica es adulación. Quien tiene poder persigue un fin y no lo que hacemos a cada momento. Adular sería el “a cada momento”, ese estar pendiente de la aprobación del otro, sin un fin, virtud o bien.
Así continúa la dialéctica y Platón anuncia el juicio a Sócrates, cómo va ser, de qué lo van a acusar y cómo Sócrates se va a defender o no. Lo que dispara este anuncio son dos frases famosas dichas por Sócrates y escritas por Platón: “El mayor mal es cometer injusticia y no recibir la injusticia. Y si bien no prefiero ni lo uno, ni lo otro si tendría que elegir prefiero recibir la injusticia” y luego “Los tiranos no son felices”. (Pag 57 269 b,c).
Si Polo estaba enojado al comienzo del diálogo, aquí esta al borde de la ira, le da mil ejemplos de tiranos que hacen lo que les place y mucho más. Pero Sócrates responde “no son felices”.
El bueno y honrado son felices y el malvado e injusto son infelices, solo serían felices si reciben la justicia Pág. 64 473 c,d
Y por las dudas aclara “no soy político y no puedo serlo” Pág. 64 473 e. Enfrenta la política con la filosofía, desafío que luego toma Calicles. Pero, entretanto, mete en la misma bolsa a sofistas y a retóricos para decir que ellos no pagan sus culpas, solo se procuran riquezas y amigos tratando se ser persuasivos al hablar. Según Sócrates hay un vicio en la acción de persuadir.
Se va cerrando el diálogo con Polo. En este punto, Sócrates se pregunta cuál es la gran utilidad de la retórica, ya que según él todavía no apareció la respuesta. La retórica no me sirve para defenderme en un juicio ya que si “el mayor mal es cometer injusticia y no recibir la injusticia”, el recibir la injusticia es un mal para quien la comete y no para quien la sufre. Si robo una gallina voy al juez como quien va al médico, pido mi pena, no necesito defenderme ni nadie que me defienda en juicio alguno, como quien solicita un remedio, y sano mi alma, como sano el cuerpo. Y si alguien comete injusticia conmigo, mi alma está sana, no debo hacer nada, tampoco necesito defenderme o que me defiendan: el problema lo tiene quien comete injusticia, por ello tampoco necesito de la retórica. En conclusión, Sócrates no le ve un uso bueno, bello ni virtuoso a la retórica.
En cambio, sí tiene un uso la filosofía que cuida de uno mismo, vigila a uno mismo para no cometer injusticia y, si la cometemos, “uno mismo” debe ir donde satisfaga su culpa ante el juez, de la misma manera que ante una enfermedad se va al médico. Por tanto, para defender nuestra propia injusticia no necesito de un retórico que me defienda, ni de la retórica como arte. ¿Y en caso contrario? De la injusticia del otro no hay problema porque en ese caso, yo soy más feliz porque recibo la injusticia.
La conclusión es que hay que cuidarse, vigilarse, curarse a cada momento, salvar el alma. Es necesario vigilarse primero uno mismo, luego recién se podrá hacer lo mismo con los parientes, amigos y los otros, como quien manda a su hijo al médico. Hay que obligarse a sí mismo y a los otros: en caso de haber cometido una injusticia, hay que ir a buscar la pena y así curarse. Para Polo esto es absurdo y Sócrates cierra esta parte sosteniendo que “en nuestra conversación si la retórica tiene alguna utilidad esta no ha aparecido”Pág. 77 481 b.
Calicles y Sócrates
Calicles esta enojadísimo, es un denominador común que quien entra a dialogar ya está enojado, propiedad que tiene el “tábano” con sus contrincantes. Calicles descubre la artimaña de Sócrates diciendo que les ha cerrado la boca a Gorgias y Polo pero no por decir lo que pensaban, sino porque ellos tienen una cierta “vergüenza” (las mismas palabras ya las dijo Polo). Parece que Sócrates utiliza el sentimiento del otro de no continuar discutiendo por vergüenza, yo diría hartazgo, y allí el tábano pica y pica, hasta hacerlo callar. Calicles descubre también que Sócrates usa la diferencia entre Naturaleza y Ley para escaparse o vencer. Para Calicles, Naturaleza y Ley están bien escindidas, entonces Sócrates, que no piensa lo mismo, usa un perfil (naturaleza) u otro (ley), hablando en terminos pugilísticos, para derrotar.
Calicles es un personaje central en este diálogo. Si hacemos un análisis cuantitativo, Sócrates discute con Gorgias veinte páginas, contra 62 de Calicles. Este personaje aparece únicamente en este diálogo, porque es quien hospeda a Gorgias. ¿Quién es Calicles? ¿Es la imagen de quien condena a Sócrates? ¿Actúa de Anito? ¿Encarna el inmoralismo de la época? ¿Es el personaje a través del cual habla Platón?
En esta última parte del texto, veo a un Platón queriendo hacer justicia con su maestro. Sigue con el anuncio del juicio y le hace decir a Calicles claramente que Sócrates corre riesgo de muerte.
Volvamos al diálogo: Calicles le pregunta a Querefonte (en mis palabras) algo así como: “¿Sócrates habla en serio o bromea? Este tipo no puede decir lo que dice. Porque si hablas en serio entonces todo lo que hacemos los humanos según lo que tu dices esta al revés”. Pag 77 481 c
Sócrates responde (también en mis palabras): “Calicles, amamos cosas distintas; yo a Alcibíades y a la filosofía y vos a los dos demos”. Es clave la palabra demos, pues Sócrates destaca explícitamente que él no ama ningún demos. Amar al demos es la tentación, es estar preocupado en halagar a otro o a todos, en persuadir por persuadir, lugar de la retórica de Gorgias, lugar que no es arte ni oficio.
Los dos demos de Calicles son Atenas y el hijo de Pirilampes y, por amarlos a ellos, Sócrates le dice que no puede oponerse a lo que ama: así es que, si el pueblo de Atenas o Pirilampes dicen algo, Calicles cambia de opinión (recordemos que los tiranos no hacen lo que les place) y dice lo que el Demo y el Joven quieren. En cambio el Tábano, prefiere que muchos hombres le contradigan, antes de que él, que no es más que uno, esté en desacuerdo con sí mismo y se contradiga.
Sócrates nos habla nuevamente del amor: Sócrates ama y, entonces, uno podría decir que Sócrates por amar a Alcibíades es incondicional, como Calicles a Pirilampes. Pero no, Sócrates es el superhéroe, no sé si hace el amor con una sola mano, pero sabemos que ser superhéroe es prescindir de consumar el amor con otro. En el final del Banquete, Platón deja bien claro que Sócrates practica, ejerce la sofrosine, el control de sí, con un Alcibíades que se le había metido en su cama. Y, si vamos al diálogo Platónico del “primer “Alcibíades”, allí el superhéroe le dice al amado: “no te enamores del pueblo”. A Sócrates no lo contradice ningún amor, solo lo contradice el desacuerdo con él mismo y para eso la vigilancia y el cuidado de sí.
Imagino que aquí la conversación ya está subida de tono y con algunos gritos de Calicles, quien acusa a Sócrates de llevar siempre la conversación sobre lo que no es bello por Naturaleza y sí por ley, idea que podemos parafrasear en un lenguaje más actual como “ (…) en la mayor parte de los casos Naturaleza y Ley son contrarias, entonces, si a vos Sócrates alguien te responde del lado de la Naturaleza, vas por la Ley y si te responde del lado de la Ley vas por la naturaleza.” Así volvió loco a Polo con eso de sufrir o hacer la injusticia, en mis palabras sería: “Por naturaleza es más feo que me den la cicuta, pero por ley es más feo cometer una injusticia dando cicuta.”
Continúa Calicles volviendo al tema del poder:
Entonces según mi parecer los que establecen las leyes son los débiles y la multitud. El poderoso no necesita Ley que lo proteja, la necesita el débil para protegerse del poderoso. Queda dicho que la utilidad de la Ley es atemorizar a los más fuertes y capaces de poseer mucho. En cambio la naturaleza me dice que es justo que el más fuerte tenga más que el débil y el poderoso, más que el que no lo es. Pag 80 483 b
Sócrates le responde: “no soy político ni lo puedo ser”. Se le responde que no se dedique a “naderías”, que se dirija hacia a cosas más importantes que la filosofía. La filosofía es para jóvenes, no para adultos serios y menos para viejos y le lanza la sentencia “pero si insistes en ella es la perdición de los hombres” Pag 82 484 c . Lo ataca diciéndole que da vergüenza su imagen y que no insista con la filosofía, que ella no le hará saber nada de lo que es preciso conocer, las leyes de la ciudad, las palabras que debemos usar, las relaciones privadas y públicas, en una palabra, ignoran (los filósofos) totalmente las costumbres. Ridículo, le grita, tan ridículo como un político en conversaciones de filosofía.
Dos posiciones bien antagónicas, “el no puedo ser político de Sócrates” y “la filosofía a edad madura lleva a la perdición” de Calicles. Las “naderías” de uno están en la política y, las del otro, en la filosofía. Esto nos hace reflexionar en la tensión entre la Filosofía y la Política, entre el “UNO” y una polis ya decadente de Grecia. Este combate no debe hacer que el lector pierda la reflexión de la “dimensión tanto filosófica y política de la retórica”, la retórica posee ambas, son innegables y el diálogo casi las pasa por alto.
He mencionado varias veces el anuncio que hace Platón del juicio, y lo pone bastante claro en boca de Calicles cuando le dice, en nuestras palabras: “… cuando veo a un viejo como tu, que no renuncia a ello, creo que este hombre debe ser azotado” (¿no habrá sido el mismo sentimiento el de Anito pero con la cicuta?) y se atreve a decirle a Sócrates –el campeón del cuidado de sí– que se está descuidando de lo que debe realmente ocuparse y que no dirá las palabras adecuadas en un juicio, no dirá nada persuasivo. En este punto, Platón vuelve a la frase “El mayor mal es cometer injusticia y no recibir la injusticia” para que Calicles le adivine el futuro a Sócrates y le diga que si alguien lo acusa a Sócrates de una injusticia, éste no sabrá defenderse y terminará condenado a muerte aunque su acusador sea un hombre ignorante y (podríamos incluso suponer) le proponga la cicuta. Entonces, podríamos entender que Calicles le está preguntando ¿qué sabiduría es esa Sócrates de la que me hablas, si esta no podrá salvarte?
Calicles anuncia el destino de muchos filósofos: un Sócrates al que le faltó sabiduría para salvarse de la cicuta, Platón esclavo, Protágoras desterrado y quemado sus libros en plaza pública, Anaxágoras arrestado, y muchos ostracismos más.
Aquí vemos bien representados dos cuidados de sí: el socrático (el del “conócete y gobiérnate a ti mismo”) y el cuidado de sí de dimensión social que incluye una atención, preocupación en el otro, que necesita del demos.
¿Cómo sale Sócrates de tan convincente exposición de su oponente? Como siempre: con una ironía y le hace el cuento de una máquina detectora de oro.
Le cuenta qué pasaría si él (Sócrates) se creyera oro. Lo mejor que le podría pasar es encontrar un artefacto detector de oro, y en el comprobar si realmente es oro. En resumen, Sócrates le dice: “Bueno, ese artefacto eres tú Calicles para probar mi sabiduría. Tú, Calicles, eres artefacto… porque tienes ciencia, benevolencia y decisión para hablar. Vos Calicles decís que no perdamos tiempo en la filosofía y que, por el contrario, tengamos cuidado de no destruirnos. Me has censurado y me has dicho qué es lo qué debo practicar en la juventud y qué en la vejez…así que muéstrame bien en lo que debo ocuparme.”
En este punto, comienza el tábano a preguntar:
¿El más poderoso, es el más fuerte y es el mejor?
¿O se puede ser mejor y menos poderoso?
¿Es la misma cosa o son diferentes: poderoso, mejor y más fuerte?
¿No es cierto que la multitud es más poderosa que un solo hombre?
¿Tú no has dicho que la multitud impone las leyes? Y por ello, según tú, ¿las leyes de la multitud son las de los más poderosos y los mejores y los bellos?
Calicles responde afirmativamente a todo. Sócrates lo usa como “detector de oro” y sigue él, el tábano, picando:¿Y la multitud no cree que es vergonzoso cometer injusticia, más que recibirla?
Calicles continúa respondiendo afirmativamente, Sócrates y Platón insisten con su “cometer injusticia es más vergonzoso que recibirla, ya sea por Ley o por naturaleza.” Entonces, seguimos parafraseando a Sócrates en su discusión con Calicles: “Por lo tanto, tu acusación hacia mí fue errada… la de usar la Ley o Naturaleza, según mi conveniencia, y te digo más: ¿qué pasa si se reúne un conjunto de chusmas, de esclavos sin ningún valor? ¿Estos dicen la Ley? ¿Entonces quiénes son los mejores?”
“Los más aptos”, responde Calicles, ya cansado y sin fuerzas y así se le refriega que una persona de buen juicio es más poderosa que innumerables insensatos. A lo que Calicles niega haber dicho eso pero, si está de acuerdo con que los del buen juicio deben gobernar la ciudad.
El final es inminente nuestro superhéroe lo tiene entre las cuerdas y va por el knock-out. Pican las preguntas: “¿Y respecto a sí mismo? ¿Se dominan o son dominados?” Ya le ganó la ciudad, la Polis, ese enfrentamiento de los dos cuidados de sí y ahora gana el cuidado de sí y gobierno de uno mismo. Vuelve al amor, a la imposibilidad de Calicles de no dejar de amar al demos, condición de la retórica que la necesita convirtiéndose en pura persuasión, dirección al placer y deseo de dar gusto a los espectadores. “Por lo tanto,” –define Sócrates–,“la retórica son las palabras que se dirigen a la multitud compuesta de niños, mujeres, hombres libres y esclavos, y consiste en adulación, ya que complacen a los ciudadanos, sin importar si con ello se los hace mejores o peores.”
De tanto picar, el tábano le hace decir a Calicles que hay retóricas hacia el bien y lo justo y otras que no. Está cansado, no quiere hablar y le da lo mismo seguir o no, llega al estado que él mismo definió: el estado en que por vergüenza el contrincante de Sócrates decide no hablar más. Ahí es cuando el tábano se pone insoportable, tanto que Calicles dice “ hablá solo… yo te voy a decir que sí a todo, para que termines rápido”.
Se vuelve a anunciar y a justificar a Sócrates en su juicio. Cuenta cuando enviaron al ostracismo a Simón, Temístocles, Milcíades, etc., guardándose para él lo mejor: “la muerte en democracia”.
Pone todo en su lugar: “no sabemos que haya existido un buen político en esta ciudad” (Pag 131 517a); “ser sofista es mejor que orador” (Pag 135 520b).
Platón insiste en el anuncio y Sócrates dice:
No repitas Calicles, lo que ya has dicho muchas veces, que el que quiera me llevará a la muerte, para que también yo repita que matará un malvado a un hombre bueno. (Pag 137 521 b)
¡Qué confianza tiene Sócrates de que nada le va a suceder o qué claro tiene su final en la pluma de Platón!:
Sería yo insensato si pensara que nada me va a suceder, y si me sucede, seguro será un malvado quien me acuse, pues ningún honrado acusaría a un inocente, incluso no seria increíble que me condenaran a muerte y yo la sobrellevaré serenamente. Ya que lo peor es que el alma vaya al Hades cargada de delitos. . (Pag 137 521 c)
Señoras y señores: “el martirio, suicido, biatanathos” fue presentado y nace una culpa en Occidente.
Muchos diálogos de Platón incluyen un cuento o mito, es el caso del final de Gorgias. Si tuviera que traducir el mito a palabras del siglo XX, éste nos habla de un cielo, la isla de los Bienaventurados, y de un infierno, el Tártaro. Era el tiempo de Zeus, Poseidón y Plutón, y los jueces eran “vivos que juzgaban a los hombres vivos, antes de morir”, por tanto, los juicios eran defectuosos. Este argumento lo usa Platón/Sócrates en este dialogo y también lo escuché de muchos Videla y compañía en los juicios por genocidio, por citar un ejemplo.
Entonces Plutón se queja ante Zeus, por estas injusticias, donde hombres buenos iban al Tártaro y hombres malos a la Isla de los Bienaventurados, debido al fallido juicio de hombres.
Zeus le contesta: “haré que esto deje de suceder. Para ello, primero hay que quitar a los hombres el conocimiento anticipado de la hora de su muerte, ordeno a Prometeo que cumpla esta orden. Segundo: deben ser juzgados después de la muerte (hay que juzgarlos desnudos) y los jueces también deberán estar desnudos. Habla de quitar las apariencias, vestidos, bienes materiales, etc. para que se examine solo el alma.
Llega final del dialogo y de Sócrates, donde su alma se salva. Nada me impide imaginar. cómo la Fe Católica se alimentó de imaginaciones hebreas, supeditadas a Platón.
Salud.
La referencias son citas del Dialogo Gorgias, de Platon, Biblioteca Gredos, edic. 2007
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